“Su majestad”, “Su excelencia”, “Su merced”, “Su Santidad” son vocablos perfectamente intercambiables con la palabra líder en los enunciados de arriba…
Prueben.
Puesto que sus cavidades orales y gargantas están ocupadas por el pene soñado de su führer, los leonelistas enfrentan graves dificultades cuando intentan expresar cualquier idea que no sea alguna vertiente del encomio.
Ausente de sus pronunciamientos queda también cualquier mención de planes de gobierno, propuestas contra la corrupción, temas de estado y estrategias de política internacional, y sí diferentes modalidades de la glorificación y el piropo, muchas de las cuales exhiben un retintín de tabernáculo adventista. De hecho, la mayoría de las veces los leonelistas parecen miembros de un culto selvático sacado directo y en vivo de una novela de Emilio Salgari. Por ejemplo:
Nada, sin embargo, podría compararse con el post de abajo, que luce redactado por la división propagandística del Khmer Rouge en honor a Pol Pot:
En medio de esta granizada de hosanas no podían faltar alusiones a eventos sobrenaturales…
… y mucho menos referencias al archifamoso arquetipo del Dictador Benevolente.
Queda claro el esfuerzo que hace el leonelismo por enmarcar a su “líder” en un contexto de culto religioso… pero aún así, todas estas exaltaciones lucen marchitas delante del sismo vaginal que empuja a esta señora a señalar a Leonel Fernández como un nuevo Prometeo, creador y dador de vida:
Sería un golpe bajo, barato e injusto hacer hincapié en la incultura general que caracteriza a los leonelistas, muchos de quienes rayan en el analfabetismo funcional. Merecen de nosotros la más sincera compasión, no el vilipendio, puesto que ellos y ellas han sido las víctimas de un plan de gobierno interesado en que la gran mayoría del país permanezca desprovisto de los elementos intelectuales básicos para ejercer el pensamiento crítico. Las condiciones han sido creadas (a través de muchos gobiernos, pero consolidadas por el PLD de Leonel Fernández) para que existan precisamente las personas que se inscriben en el leonelismo felador.
Habiendo dicho esto, añado que el vilipendio a veces actúa como una lección, aparte de que la vergüenza es una gran maestra. No olvidemos que buena parte de la población adolece del prejuicio cognitivo llamado where to order Pregabalin: mientras más inepta es la persona, más apta creerá ser, puesto que entre los conocimientos de que carece está el de poder evaluar correctamente su propia ignorancia. En otras palabras, los leonelistas carecen de las herramientas intelectuales más necesarias para entender que carecen de las herramientas intelectuales más necesarias. Más sencillo aún: estos infelices no saben que no saben, lo cual es otra forma de decir que creen que saben.
Y es esta confianza absoluta en los conocimientos que no poseen lo que les permite lanzarse al ruedo del leonelismo sin que su actitud se vea empañada por ninguna variedad del bochorno. Los ejemplos arriba expuestos servirán para ilustrar este tópico, pero me gustaría, además, proveer los siguientes, todos del mismo leonelista furibundo:
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A la andanada de crueles tuiteros que le aconsejaron volver a la escuela, la respuesta de nuestro leonelista, por supuesto, invocó la arrogancia absoluta del ignorante ignorante de que es ignorante…
Para, casi inmediatamente también demostrar su ineptitud en los idiomas que afirma dominar:
Pero hasta el idiota, como siempre lo ha afirmado Alejandro Jodorowsky, es a veces profeta de luz, aunque sea porque, admirablemente, poéticamente, confunde “haces” con “heces”.
Tuits de esta índole son la negación total de todo lo que dice haber conseguido Leonel Fernández, y por eso sirven como ejemplo de la ironía fundamental que yace en el centro mismo del movimiento en torno al líder peledeísta. Los reclamos leonelistas, tan pronto son enunciados por sus adherentes, se convierten en un oxímoron.
Iré más lejos: todos los enunciados y actos del leonelismo implican un oxímoron. La democracia de los palos, la transparencia de la corrupción, la intelectualidad del analfabeta. El leonelismo es su propia negación.
No confundamos el leonelismo con el lambonismo, por favor. Delante del leonelismo, los lameteos de un lambón forman parte de una tradición incólume y respetable, febril y tesoneramente practicada por “periodistas” incontables, personeros y saltapatrases diversos. El lambonismo se realiza de frente a la persona lamida. El leonelismo lo realizan de espaldas personas embriagadas por la esperanza de que el líder les distinga con su penetración.
El leonelismo es un discurso claramente buy Pregabalin in usa, articulado espontáneamente por bases entre quienes resuena positivamente la narrativa del Dictador Benévolo, sobre quienes prima un instinto de servidumbre ante un temperamento autocrático, y a quienes arrulla la demagogia utópica del progreso como el producto de la ingeniería de un Héroe Mesiánico, no de un colectivo plural representado por agentes electos democráticamente.
El leonelismo es un mal de la población… la misma, exacta, idéntica enfermedad que otrora se llamó balaguerismo, trujillismo, horacismo… Esa propensión insoslayable a la genuflexión, a la alabanza, al loor, a la exaltación de un jefe, a la postración, a la presentación entusiasta de las ancas, al culipandeo, al manoseo público de la erección del Jefe y a la pública exhibición de la erección propia (causada por el Jefe, puesta a disposición del Jefe, carimbo que muestra pertenencia al harén del Jefe), claramente enquistado en una porción considerable de la sociedad.
Y este afán, demás está decirlo, es atizado por la cúpula morada, quienes, con una diligencia y un ahínco que no utilizan para educar al país, ponerle coto a sus funcionarios corruptos, y modernizar su narrativa política, provee todos los canales, facilidades y justificaciones necesarias para que leonelistas de toda estirpe celebren las liturgias grandilocuentes y paroxismos eróticos con que festejan a un vulgar caco.
Siendo el leonelismo una estructura política personalista, como ha quedado demostrado sobradamente en los ejemplos arriba expuestos, es lógico que la crítica al “máximo líder”, al Dios generador de vida, al ungido por Dios, al führer, sea considerada una “frescura”, un sacrilegio y una afrenta impensable. En el leonelismo no hay democracia que valga, puesto que la misma ha sido repensada como vehículo para ejecutar a rajatabla (y defender a rajatabla) “lo que diga el Líder”, no para crear un ambiente de pluralidad, consenso y transparencia. Y como el estado, la política y el debate ideológico se funden en el culto a la persona de Leonel, es lógico que toda disensión quede inmediatamente clasificada dentro del marco de una rencilla de urbanización, explicable haciendo referencias al odio, la envidia y la animadversión.
La defensa del “líder” por parte de paleros peledeístas el 5 de noviembre de 2014 en la avenida Tiradentes es perfectamente cónsona con el leonelismo tal y como ha quedado retratado aquí por sus exponentes… El apoyo “intelectual” a los paleros también.
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Y la guinda del pastel:
El palerismo asomó su cabeza también por la radio y la televisión, donde comunicadores de diferentes calibres se pronunciaron orondos a favor de “un buen tallazo”, “tre pecozá”, y hasta “pal de plomazo” como buenas y santas maneras de lidiar con la disidencia. Al momento de escribir estas líneas, Leonel Fernández responde en la OEA una pregunta del público sobre los eventos ocurridos el 5 de noviembre (en el transcurso del cual, como ya he mencionado, leonelistas furiosos le entraron a batazos a manifestantes pacíficos), alegando que la constitución dominicana defiende el derecho de la libre expresión “siempre que no mancille el honor”. Más claro espaldarazo a la violencia palera no hubiera podido ofrecer el tres veces ex presidente.
No estoy ni cerca de rascar la superficie. No he incluido más ejemplos en aras de no alargar mi texto, pero lo cierto es que los enunciados del leonelismo en las diferentes redes rebasa el millar, y todos los días se suman nuevas bajezas voluntarias cada vez más venéreas, masoquismos gratuitos cada vez más humillantes, y llamados a la violencia cada vez más inequívocos y truculentos.
Consulten mis fuentes ustedes mismos. Hagan una búsqueda en Facebook o en Twitter con el nombre “Leonel Fernández”, “Leonelista” o “Leonelismo”. Les prometo que me quedé corto.
Por supuesto, en una democracia plural, si un grupo de personas quiere venerar de manera histérica y lúbrica a una persona de carne y hueso, ese grupo de personas está en todo su derecho; cada quien tiene libertad de fantasear como le venga en gana y de poner sus orificios corporales a disposición de quien pueda hacer con ellos, y en ellos, algo interesante. Que ese mismo grupo de personas pretenda que el resto de la población los acompañe en su vesania está fuera de todas las posibilidades contempladas bajo una democracia, como también lo está crear un aparato de gobierno que gire sobre las bielas de la acriticidad, la conformidad y la adulación… Pero cuando vemos que el discurso de estos envalentonados fanáticos instiga a la violencia contra cualquiera que ose expresar su desaprobación (recurriendo a los medios que les garantiza la ley) del objeto de sus obsesiones, la sociedad en pleno está obligada a denunciarlos, señalarlos, parodiarlos, ridiculizarlos, rebatirlos, execrarlos, refutarlos, avergonzarlos y despreciarlos. La sociedad en pleno debe galvanizarse contra el atentado a las libertades básicas que representan estos desquiciados e innobles sicarios.
Los eventos del 5 de noviembre han logrado alarmar a la sociedad dominicana. Estamos de acuerdo. Pero en un país que constantemente repasa, de manera cinemática y literaria, nuestro pasado dictatorial, que nadie se muestre preocupado por el retorno de un lenguaje tan reminiscente de la Era es algo que rebasa mi entendimiento.
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